miércoles, 23 de octubre de 2013

Declaración de intenciones en MI dolor.

Si me preguntan por el amor, sólo sé cerrar la boca para no echarme a reír.

Podría hablar de darlo todo,
de nada,
de hacer camas,
de echar canas,
de planchar camisas,
de forzar sonrisas,
de artes culinarias,
de artes económicas,
de neuronas trisómicas,
de antes,
de desplantes,
de orgullo y personalidades,
de nacionalidades,
Podría hablar de convivencias imposibles,
de imposibles,
de pérdida de todo tipo de aceites y deleites,
de pérdida de tiempo,
de perdida y ríos a mares por la cara bonita,
de caídas,
de ineptos,
de conceptos,
de silencios,
de las orejas de su puta madre en movimiento,
que no te rías;

Podría hablar de todo lo que en su momento no supe decir,
o podría callar todo lo que se me ha olvidado cómo oír.

Podría pensar en necesidad,
en devoción,
en admiración,
en todo lo que provoca ON;
Podría pensar en lo que no tiene nombre,
en nombres,
en hombres,
en vuelcos y vuelos que no siempre eran de falda pero daban para bandera,
en olores,
en dolores,
en maneras;
Podría pensar en manos,
en ojos,
en ojeras,
en voces y bocas y espaldas y todo tipo de pozos sin fondo,
en amanecer a la piel,
en oscurecerse al deseo,
en quién,
en aciertos,
en más de una foto,
en morir si no veo,
en helados,
en coches y parques y casas a los que nunca voy a volver,
en tantos o tan pocos momentos,
en las lágrimas de la risa,
que me meo;

Podría no dejar de pensar nunca en necesidad porque eso es lo que soy,
podría hablar de lo que no sé,
o podría pensar que ya lo sé todo y que este enfado vital es porque sigo sin saber.

Mira, si me preguntan por el amor, hasta los vasos se me rompen con forma de corazón.
Pero lo que peor puedo es irme a dormir. Y  menos mal.






jueves, 3 de octubre de 2013

Esto me pasa por vivir.

El problema de no saber lo que queremos, es que olvidamos valorar lo que tenemos.

Pasarse el día de queja viva por lo que nos da de comer, es pura ingratitud. Y vida.
 
Rectifico: Si somos lo que comemos, debería ser toda orgullo.
Pero es que siguen sin encontrarme. O sigo sin encontrar. Yo qué sé.

El caso es que tengo tantas responsabilidades, que se me olvida ser responsable.
El otro caso es que sigo teniendo miedo de madurar (o de haber madurado antes de lo debido). 
El último caso, soy yo. No abras, que los prefiero cerrados.

De cualquiera de las maneras, me pierdo.

Los toques de atención me llegan en forma de patadas en los huevos que no tengo para dejar de taparme los ojos y poner las manos en las riendas de lo que dicen que es mi vida, las cuerdas que no me dejan estar loca o cualquier cosa que se me parezca.

Pero mejor lo dejamos, que está mal en su lugar.