jueves, 18 de julio de 2013

Lo siento, no. Volverá a pasar.

  Nada. Nada. Nada.

  Nada.

Ese intento de voz en off en el que te matas, intentando forzar el paso de los días sin dejar que el vacío te arrastre hasta lo más hondo del lleno de recuerdos y pensamientos.
Ese aguantar la respiración constantemente por si lo consigue y no morir en el intento.

Siempre me gustó bucear, la verdad, pero con el aire tan cerca como el fondo.

Qué le pasa al tiempo.
Por qué no se lava nunca la cara y parecen siempre las mismas legañas como piedras cada vez más viejas.

Si alguien me entiende, que no me pellizque, que estoy aprendiendo a nada y a nadie.
Que no me sé. 
Que de tanto dejar correr el agua, ya me llega hasta el cuello; pero sigue sin ser fría.
 Que me sigo quemando en cuatro sitios distintos con la misma ceniza,
mientras pierdo
la niña que nunca fui,
y me encuentro con el miedo en cada curva nueva.
(Joder qué bonito saluda.)

Pero por qué seguimos jugando con el vuelo cada vez que el viento se enamora de nuestra falda, si sabemos sin querer que lo hace con cada tonta que le cierra los ojos.
En realidad me susurra
nada
todo el rato,
en No sostenido.

Tengo demasiado y se me van las fuerzas de la ignorancia por la boca de las veintidós primaveras.


Perdóname, madre, porque me leo y no me reconozco
   nada.


lunes, 15 de julio de 2013

.Escribo porque nadie me lo ha pedido.

Como cuando vas en bici y dejas de dar pedales porque va sola y se oye el ruido de la cadena y no sabes si eso es que estás disfrutando del viento en la cara y de la inercia o en realidad has dejado de pedalear porque no sirve de nada y parecerías gilipollas y te quedas esperando, viendo cómo se ríe de ti hasta la primera marcha que llevas
puesta.

Pues algo así me pasa últimamente, con la misma ausencia de aire, pero sin la bici y los frenos que toda ella conlleva.
Porque eso de que nunca se olvida, me vais a disculpar, pero es pelín relativo.
La última que monté, tenía un sillín que me llegaba por el ombligo y había demasiados cristales de por medio (una vez más) como para saber si yo la llevé a ella, o fue ella la que me llevó a mí.

Y así todo el rato.
Y su puta madre, qué vértigo.

Que igual me he acordado porque me acabo de ver las cicatrices, o por la metáfora de los cojones, o porque sigue sin venir nadie a llevarme al cine.
Pero qué caso me vais a hacer a mí, que me caí tan fuerte de una bici que tardé en volver a cogerla lo que me duró el estar convaleciente en la cama. Y santa madre la mía, otra vez, porque sin ella nada.

Y vengan metáforas, señora
que vidas peores se han visto
y con sonrisas más grandes
he paseado yo de la mano

del miedo
y demás silencios.