domingo, 12 de mayo de 2013

Del cristal y sus (d)efectos. Los míos.



Las coronas no sirven para follar, ni ayudan, pero te pones una y follas.

Como resumen de toda una media existencia concentrada en una noche de cristales y reflejos, y sudor y risas y ese nosequé en el cuerpo que hace que al día siguiente recuerdes tarde y mal todo lo que no sentiste, y te quedes cortándoles las alas a las mariposas de tu estómago para que no te puedan hacer volar.

Porque tener a alguien que te da la mano para subir es fácil si sabes cómo; pero cuando vuelves a bajar tan rápido que acabas más abajo de lo que estabas antes, de repente te encuentras sola cruzando un puente en el que no hay más que gente vacía y un sol que hace que te veas reflejada en otros cristales más putos aún que los de la noche anterior. Y yo sin gafas. Porque son de esas clase de cristales que solo te impiden tirarte en caída libre vida abajo, mientras ves las raíces al fondo, a través del reflejo de tu pelo alborotado por besos y sexos llenos de abrazos y vacíos de sentimiento.
Es entonces cuando te acuerdas de tu madre y le das las gracias en silencio por haberte enseñado a estar sola y a amar la soledad como el que se sabe rodeado de gente pero prefiere creerse solo, por si las faltas de respuesta a llamadas de emergencia hechas con señales del humo que te está ahogando.
"Cuidado con las drogas y el alcohol" me dijo ella al empezar mi noche. Si no lo hubiera visto al día siguiente, le habría contestado que yo controlo; pero hasta que no perdí la cabeza y quise buscarla con el teléfono, no pude leerlo.

Menos mal que después de no querer enamorarte, siempre te puedes dar una ducha y arder de escalofríos para morir de amor mietras gritas en silencio, como el que mastica los cristales rotos de su entera inexistencia. Menos mal.



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